En el libro de los Hechos, encontramos el relato de una iglesia vibrante y poderosa, que vivía con un propósito claro: llevar el Evangelio a todas las naciones y ser luz en medio de la oscuridad. La iglesia primitiva, llena del Espíritu Santo, caminaba en una unidad impresionante, compartiendo todo lo que tenían, orando con fervor, y proclamando el mensaje de Cristo con valentía. Ellos entendían que su misión no era solo reunirse, sino ser un agente de transformación en la sociedad, reflejando el amor y el poder de Dios en cada aspecto de la vida.
Hoy, la iglesia contemporánea se enfrenta a un desafío similar, pero en un mundo más complejo y, a veces, más dividido. Nos hemos vuelto expertos en programas, en reuniones y en estructuras, pero a menudo, hemos perdido el sentido de urgencia y de pasión que caracterizaba a los primeros cristianos. Hemos olvidado que la iglesia no es solo un lugar al que vamos, sino quienes somos en Cristo.
Billy Graham una vez dijo: «Nuestro mundo hoy está en caos porque la iglesia ha fallado en ser la sal y la luz.» Si queremos ver un cambio verdadero en nuestras comunidades, debemos regresar al ejemplo de la iglesia primitiva. Necesitamos ser cristianos comprometidos, no solo de nombre, sino de corazón y acción. Debemos predicar el Evangelio no solo con nuestras palabras, sino con nuestras vidas, demostrando el amor de Cristo en cada rincón de nuestra sociedad.
La tarea es grande, pero no estamos solos. El mismo Espíritu que obró en los apóstoles está disponible para nosotros hoy. Es hora de despertar, de orar como nunca antes, y de actuar con la valentía que solo viene de una profunda comunión con Dios. No podemos conformarnos con ser espectadores en la obra de Dios; estamos llamados a ser sus manos y pies, transformando nuestro mundo con el poder del Evangelio.
Que el Señor nos conceda la gracia para vivir como verdaderos discípulos de Cristo, comprometidos con la transformación de nuestra sociedad, y que podamos ver una nueva ola de avivamiento que sacuda a nuestras naciones, tal como lo hizo en los días de los Hechos. ¡La cosecha está lista, y es tiempo de que la iglesia se levante!